3. El Sendero de la Verdad

3. El Sendero de la Verdad

En este capítulo se narra como el caballero decide adentrarse en un difícil camino que le conducirá a la verdad sobre sí mismo para poder liberarse de su armadura. Como ya hemos dicho, es un trayecto duro y complicado en el que uno se da cuenta de muchos errores que ha cometido en el pasado.  Se describe al camino como angosto y oscuro, el cual a medida que se va avanzando se va tornando más estrecho. Considero que el estrechamiento y la oscuridad no son más que un simbolismo de las dificultades que uno tiene que pasar para llegar a la realización como ser humano: al final del camino, a la cima de la montaña.

El caballero comienza a cuestionarse sinceramente en todo aquello en lo que creía: 

“He pasado casi toda mi vida decepcionándome”. 

Le sorprende la idea de que seres tan sencillos (y metafóricos) como una ardilla y un pájaro resultaran mucho más valientes y verdaderos que él, un “generoso” caballero. 

Durante el viaje, tendrá que vencer barreras, pero no de la manera convencional en las que solía hacerlo: prescindirá de su espada y su caballo y se adentrará en el sendero a pie y con el peso de su armadura. Poco a poco irá dándose cuenta de las realidades que le rodean, comenzando a oxidarse y ha desquebrajarse su armadura. 

En el capítulo anterior, Merlín le da a beber una pócima llamada "Vida". Al principio sabe amarga, pero sorbo a sorbo la bebida se vuelve más dulce incluso llegando a saber en sus últimas gotas deliciosa. Es así como se debe de plantear uno la vida, y como me hace verla a mi este capítulo. Hay un párrafo que me llama mucho la atención:

“Los animales aceptan y los humanos esperan. Nunca oiréis a un conejo decir: <<Espero que el Sol salga esta mañana para poder ir al lago a jugar>>. Si el Sol no sale, no le estropeará el día al conejo. Es feliz siendo un conejo.”

Esa es la realidad y hay que aceptarla. ¿Por qué buscar más allá, por qué no disfrutarla? Hablo del día a día, de vivir cada momento sin esperar nada. Simplemente disfrutar de ese minuto que pasa y no volverá. ¿Por qué nuestras mentes son tan complejas? ¿Por qué no nos conformamos? Todas esas preguntas me sugiere este capítulo, pero también me ha dado más ganas de levantarme cada día con ganas de comerme el mundo: con ganas de disfrutar cada momento al máximo, con ganas de querer a mi gente y con ganas de valorar todavía más lo que tengo. Y esto me recuerda otra gran frase:

“No es lo que tengo, es lo que soy”